EL ÚLTIMO VECINO
(Cuento Navideño)
El dÃa acaricia la escarcha frÃa del sementero entre los solitarios montes del Somontano y calles olvidadas de mi aldea, tan ignoradas como mi persona en este dÃa de Navidad.
Guiños de sol intentan traspasar las heridas de las ventanas, en plena competencia con el canto de un ronco gallo, que hace que despierte de mi aletargado dormir.
En mi alcoba frÃa, arropada de edredones de lana esquilada de ovejas recién paridas y acunados de recuerdos, alegre y melancólica, despierto y sonrÃo por el nuevo amanecer.
Esparcidas muelas juguetean en mi boca con mà hablar solitario, mientras el fuego, con secas aliagas, reaviva las llamas consumidas de la larga Nochebuena.
Se oye nuevamente el gallo, tan despistado como yo, pues los años le han hecho perder el control del tiempo, mientras en mi subconsciente juguetean los recuerdos, recordándome el resonar pardo de los sonidos de la lejanÃa, disparos de agonÃas, allá donde las tapias se juntan con el cielo, olvidándose en unos sequeros de voluntades.
…Y fue un dÃa de Navidad, alegre y frÃo de tinieblas, cuando mi aldea quedó marchitada como las flores secas de un miserere mal cantado….Y fue un dÃa olvidado del calendario cuando la sinrazón entró por las puertas del Somontano, dejando tras de sà la desesperanza de mi cautividad en un rincón de un granero rebosante de vida.
Tantos recuerdos tengo, que el humo de un cigarrillo de cuarterón mal hecho entre mis dedos quebrados de tanto contar el tiempo, disipan mi memoria sentado en una “cadiera†mugrienta y cargada de sentimientos, esperando un nuevo año.
Pero la vida sigue y el lucero de alba adorna mi árbol de Navidad, repletos de piñas secas y frutos rojos arrancados de los últimos acebos que pueblan mi tierra.
Quisiera tener ese cordón umbilical que une la tierra con la luna, para tantos sentimientos que invaden mi memoria a lo largo de mi vida. La vida sigue. La Navidad me acompaña, los fantasmas de mis seres queridos se entretienen en mi alma entre sonrisas y sonrisas, el cigarro se consume entre mis dedos amarillos y el gallo ha dejado de cantar en la ópera de la Navidad.