Historia del Rey Sancho Abarca (Sancho II Garces)
Sancho Garcés II «Abarca», Rey de Navarra, nació el año 940 y murió en 994 d.c.
Hijo del 5º Rey de Navarra García Sánchez I y Andregoto de Aragón (Hija del Conde Aragones Galindo Aznar II)
Fue el 6º Rey de Navarra y Gobernó de 970 a 994. Se casó en 962 con Urraca Fernandez (hija de Fernán González, Conde de Castilla, y Sancha Sánchez de Pamplona), y fueron padres de:
- García II Sánchez «el Temblón», Rey de Pamplona, casado con Jimena Fernández.
- Ramiro de Navarra (m. 992).
- Gonzalo de Navarra. Algunos documentos lo presentan como conde de Aragón. Bajo la dependencia de su padre gobernaba el condado de Aragón en unión de su madre la reina Urraca.
- Abda (Urraca) de Navarra «La Vascona», entregada a Almanzor, y que antes de ingresar en un convento le dio un hijo, Abderramán «Sanchuelo».
En vida de su padre, había regido (desde el 958) el territorio del antiguo condado aragonés.
Por estar casado con Urraca Fernández se hallaba unido por lazos familiares a Ramiro III de León (966-985) y al Conde de Castilla; pero como el monarca leonés era niño y se hallaba, conforme hemos dicho, bajo la tutela de su tía la monja Elvira, tomó sobre sí la responsabilidad de sostener la monarquía leonesa.
En los primeros años de su reinado, hubo paz con los musulmanes, si bien el califa AI-Hakam 11 era el árbitro de los reinos cristianos, que enviaban embajadas a Córdoba en señal de amistad y reconocimiento. EI 12 de agosto del 971 recibió el califa al abad de Santa María, Bassal, y al juez de Nájera, Velasco, acompañados de nutrido séquito y el 30 de setiembre del mismo año, al conde Jimeno, hermano de Sancho Garcés, con el cónsul y representante que tenía en Córdoba. Las embajadas garantizaron la continuidad de la tregua y el califa dedicó la paz a reorganizar su reino, crear bibliotecas y fomentar la enseñanza y la cultura entre sus súbditos.
Otro tanto efectuó el Rey Sancho Abarca tal como reconocen las crónicas cristianas. A él y a su esposa Urraca debió la Iglesia una preciosa cruz de oro y piedras, relicario del protomártir San Esteban y una inscripción de hilo de oro, en realce, que decía, en latín: ((Yo, Don Sancho, rey en uno con mi mujer la reina Doña Urraca la mandamos labrar». Esta cruz la donó el rey don García, años después, al monasterio de Santa María la Real y un rubí de su pie lo regaló a Alfonso VII al rey de Francia Luis VII, hacia el año 1154 y éste lo mandó engarzar en la corona de espinas de la imagen de Cristo del monasterio de San Dionisio de París.
Pedro I el Cruel se adueñó del resto del pie y del magnífico frontal de oro macizo, obra de Almaino, para poder pagar las soldadas a los caballeros del ejército del Príncipe Negro que intervinieron en la batalla de Nájera de 1367.
El hermoso rubí que sirve de remate a la corona real inglesa, procede de la valiosa cruz.
Los monarcas hicieron valiosas donaciones a San Millán, tal como expresan los privilegios del 971 y 972, le distinguieron con su favor, residieron en él y acudieron a solemnes ceremonias religiosas o conmemorativas. De su tiempo son los afamados códices Vigiliano y Emilianense.
El walí de Zaragoza, al regresar de Gormaz, se enfrentó al rey de Viguera, Ramiro Garcés, hermano del rey Sancho Abarca. Desde Sos le cortó la retirada con 500 caballeros y mandó a 200 de ellos a correr las Bárdenas hacia Tudela; pero los cristianos en Estercuel, cayeron en una emboscada, perecieron una treintena de ellos y resultó herido Don Ramiro.
Bajo el régimen de Almanzor la amenaza musulmana se iba a hacer aún más agobiante. A una primera expedición contra los dominios de Sancho Abarca (978) se añadieron los sucesivos descalabros cristianos en la batalla de Torrevicente (981), en la campaña de las «Tres Naciones» (982) y en el encuentro de Rueda (Valladolid, 983), donde las tropas pamplonesas se habían sumado a los ejércitos castellanos y leoneses.
Para evitar el castigo en su propia tierra, el monarca entregó como esposa a Almanzor a una de sus hijas, que se convirtió al Islam y tomó el nombre de ‘Abda; de ella iba a nacer ‘Abd al-Rahman «Sanchuelo*». Las treguas iban a durar ahora más de dos lustros; para renovarlas se presentó en Córdoba con grandes obsequios el propio Sancho Abarca (992) y al año siguiente envió como embajador a su hijo Gonzalo.
En una de las miniaturas del Códice Vigiliano el soberano Sancho Abarca centra el argumento como rey justo, situado significativamente bajo las efigies de sus presuntos antecesores, los soberanos legisladores Chindasvinto, Recesvinto y Egica.
En muchas ocasiones nos preguntan sobre el «¿Por Qué?» de Abarca, al Rey Sancho II Garcés. Y la verdad que existen varias teorías y/o mitos sobre este sebrenombre.
Primer Mito
Cuentan las crónicas que un caballero del linaje de Guevara encontró muerto por los moros al Rey de Navarra (Pamplona), don García Iñiguez (padre de Sancho Abarca) y a su segunda esposa la Reina doña Urraca Jiménez, hija del Conde de Aragón. Esta hallábase encinta y ya muy próxima a dar a luz y le salía por una herida del vientre una manecita del niño que llevaba en su seno. El caballero aludido salvó al Infante, le puso el nombre de Sancho y le tuvo oculto en las montañas hasta que fue proclamado Rey, y como el ilustre niño llevaba un calzado tosco llamado «abarcas», le llamaron Sancho Abarca.
Segundo Mito (Según Zurita y otros historiadores)
Entre ellos figura el Arzobispo Don Rodrigo, el cual dice que habiendo cercado los moros a Pamplona, confiados en que por la crudeza del invierno y las muchas nieves, no podría ser socorrida por su Rey, se presentó Don Sancho con los suyos y los derrotó, y que entonces se le puso el sobrenombre de Abarca, por ser el calzado que él y sus caballeros llevaban.
Tercer Mito (Según Zurita y otros historiadores)
«Pasados algunos años después de la muerte del Rey García Iñiguez, no sabiendo que hubiese dejado hijo, juntarónse los Estados del Reino para elegir Rey; y entonces aquel caballero, que tomó a su mano al Infante de la manera que se ha dicho, llevóle consigo en hábito pastoril, con abarcas, al uso de la sierra, y dióles razón como aquél era su señor natural; y fue aclamado por Rey y se llamó Sancho Abarca; de la misma manera que ya en otros tiempos quedó el nombre, por ciertos trajes de vestido y calzado a Cayo César, que sucedió al Emperador Tiberio, que llamaron «Calígula», y a Marco Antonio, hijo del Emperador Severo, que dijeron «Caracola». Y escriben que el caballero que le tuvo encubierto cuando niño y le crió, fue del linaje de Guevara, y que, por esta causa, le llamaron «Ladrón»».