Romance de La Campana de Huesca


Don Ramiro de Aragón,
el Rey Monje que llamaban;
caballeros de su reino
muchos le menospreciaban
porque era manso y humilde
y no sabidor en armas.
Muchos se burlaban de él
y su mandar no guardaban.
Sintiéndose deshonrado,
un mensajero enviaba
al abad de Santo Ponce,
que fue el que le criara,
para que le dé consejo,
que ninguno le acataba.

El abad, que sabio era,
el mensajero tomara;
le metió en una huerta
y, sin decirle palabra,
afilado un cuchillito,
las ramas altas cortaba,
aquéllas que eran mayores,
que a otras sobrepasaban.
El mensajero, enojado,
al rey así lo contara
cómo el abad de San Ponce
su carta no contestaba.

El rey bien pensó en aquello
que tal respuesta le daba.
Hizo luego un llamamiento,
bajo pena de su saña,
que cualquier hombre de estima
venga en seguida a su sala,
porque determina hacer
una muy rica campana
que se oiga en todo el reino
y que suene en toda España.
Venidos los ricos hombres,
se reían y burlaban
de él y de aquel mensaje
para el cual los llamaba.

Estando allí todos juntos,
uno a otro los tomara
y en un secreto aposento
sabiamente los entrara:
cortó allí quince cabezas,
que eran las más estimadas,
y mostrólas a sus hijos,
que a sus padres aguardaban,
diciendo haría lo mismo
con cuantos no le acataran.
Y así fue temido el Monje
con el son de la campana.