Capítulo 4 “El Francés”

Posted on oct 6, 2008 | 0 comments


Novela Narrativa Aragonesa:
“El Cofre del Molino”

Autor: Roberto Pac

CÁPITULO 4 – “El Francés”

Estamos frente a frente en silencio, ese silencio que siempre he odiado. La familia callada, quizá esperando los reproches del patriarca, o quizá esperando lágrimas de entereza por perdonar.

Sigue el silencio, sólo roto por el atrevimiento de los chasquidos del hogar, que de vez en cuando lanza dardos luminosos como flechas a la vieja cadiera de la cocina.

Observo a mi padre con la cabeza baja, el cigarrillo de cuarterón apoyado en sus labios, las manos moverse nerviosas quebradas de contar el tiempo. De vez en cuando sale de su garganta un suspiro, ese lamento desgarrador de los jueces del Somontano que nunca quisieron sentenciar veredictos, ya que nunca quisieron ver la realidad.

Por fin, en estos segundos tan largos del silencio, levanta su cabeza, mueve instintivamente la boina y nuestras miradas se encuentran, sin pestañear un ápice para decirme:

- O sea que, ¿ya estás aquí?
- Si padre. – contesto.

Vuelve el silencio.

¡Maldito silencio! – pienso.

Pasan otros segundos, para preguntarme nuevamente:

-¿Qué ha sido de tu vida desde que te fuiste?
- Pues, por allí – respondo entrecortado -. Intentando ganarme la vida, sobreviviendo con mis recuerdos y soñando durante todos estos años con mi vuelta para estar con la familia.
- Así que ¿eres poeta? ¡Ridiez! Si ya lo decía yo, que tú de letras sabías un montón… aunque aquí de poco te sirvió.

Empiezo a reírme de la ironía socarrona de mi padre, parco en palabras aunque sentenciosas, que me hacen recordar mi niñez, como cuando me lanzaba frases tipo “a ver si te espabilas, que se te van a comer los mocos”, para posteriormente apuntillar “si tu espabilado ya eres, que sé que encorres por el lugar a las niñas y que te ven observar en el soto a las parejas acurrucadas en la oscuridad”.

El hielo se ha roto. Noto a mi padre más contento. Ya no mueve los dedos compulsivamente y sus manos han dejado en paz la boina. Noto su mirada nuevamente en mis ojos. Su mirada. Su mirada tantas veces recordada en mi exilio. Pero esta vez hay algo especial en ella, “el perdón”. Mantiene sus ojos clavados en los míos con silencio, mientras una lágrima empieza a salir de sus cuencas cargadas de rocío esperado. Me levanto, tropiezo con una silla y me abalanzo hacia él, con los brazos abiertos para fundirme en un abrazo cargado de emoción y dejando mis dudas y las de él, olvidadas en el baúl de los recuerdos.

Me he acostado en la cama. Estoy muy cansado de tantas emociones vividas a lo largo del día. Pienso que no voy a querer levantarme hasta mañana. Me regodeo en el colchón de lana mullida, tantas veces vareado al aire y perfumado, me imagino, por las manos de mi hermana, esta hermana que siempre quiso saber de mí hasta que me encontró, para ser el puente de unión del exilio con mi pueblo, con mi familia, con ella misma.

-¡Ay mi hermana! ¡Cuánto te he hecho sufrir! Daría mi vida por borrar de un plumazo la espera de tantos años.

Huele mi ropa
a tomillo y azahar
y mi aliento,
perfumado lo tengo
de amor contenido.

Desprende mi boca
palabras y palabras
y mi sonido
acariciado lo sostengo
de bravío enloquecido.

Siento mis venas,
dulces y aromatizadas,
pues regar quieren,
tu embriagador cariño
de diario pergamino.

Vuelvo a leer nuevamente mis cartas de amor, pues quiero volar de la mano con mi Marieta como la noche anterior, por barrancos y montañas, senderos y caminos, por las calles de este lugar, por los placeres de los sueños…

>> Leer el resto de la Novela Aragonesa “El Cofre del Molino”