Capítulo 1 “El Frances”


Novela Narrativa Aragonesa:

“El Cofre del Molino”

Autor: Roberto Pac

CÁPITULO 1 – “El Francés”
Al fin lo intenté, me ha costado mucho tiempo decidirme, pero entiendo que debo rehacer el camino y debo volver a mis orígenes, a la tierra que me vio nacer y también a esa tierra que me vio partir cargado de fantasmas en mi memoria; aquellos que durante muchos años me han acompañado a lo largo de mi existencia, aquellos que marcaron mi vida para ser lo que hoy en día soy, un poeta abierto al mundo.

Novela Cofre del Molino

Por eso he decidido dar el paso más importante de mi vida, pues no en vano ya ha pasado mucho tiempo para dejar olvidados, (si es que se puede olvidar al otro lado de la valla la existencia de todo ser humano), los recuerdos de aquella primavera que me hicieron salir a un exilio no querido, pero provocado por los acontecimientos que me tocaron vivir para ser un apátrida de una sociedad injusta, que no entendió mi manera de pensar, mis principios y la forma de ver la vida de un poeta, que sin quererlo nació con ese don especial, que pocos logran descubrirlo o manifestarlo a lo largo de los años.

Por eso, me he levantado temprano como es mi costumbre, ya que nunca olvidé ese hábito que me enseñaron en mi juventud aquellas personas que me rodearon, curtidas por el tiempo y una sabiduría tan especial que les hicieron merecedoras de los mejores elogios de esos lares; hombres forjados por el trabajo, por el sol y cargados de sentimientos, (¡ay, los sentimientos!, tantas veces encontrados).

He recogido mis cosas, pocas cosas, pues para este viaje no necesito más que lo que es imprescindible: poca ropa, mis pastillas para mis melancolías y un libro, sí, un libro, el libro de la vida.

He cerrado las ventanas con delicadeza, he oscurecido mi hogar de tantos años, pues quiero volver a ver la luz de los amaneceres de mi tierra querida, tras los pasos de la huella de mi sangre poética por revivir esos días, (que ya ha pasado mucho tiempo) antes de mi partida a este exilio obligado a tierras desconocidas. Estas tierras que me acogieron pero que nunca olvidaron mis orígenes de español, el poeta abierto al mundo, el poeta que tuvo que salir de su pueblo aquella noche que oscureció el sol antes de lo habitual en el horizonte del Somontano y dejó teñidos de rojo los almendros en flor, para dejar los fantasmas vagando por mi memoria a lo largo de todos estos años, ya que es hora que me reencuentre con ellos al pie del camino y cerrar la herida de este corazón cansado de pensar,(si es que los corazones piensan).

El tren avanza rápido, sin piedad, devorando kilómetros entre las montañas del Pirineo, donde la nieve deja paso a las primerizas flores, que año tras año, anuncian la primavera para dejar olvidado el invierno. Es una visión única, la que llena mi retina a través de la ventana del vagón, pues no en vano, comento con mis compañeros de viaje (las alegrías y las tristezas de mis recuerdos), lo que siento ante la visión de tan bellos parajes.

Estos preciosos paisajes que van pasando por mi vista como si fuera una película de colores, me hacen buscar en mi americana un trozo de papel y algo para escribir, pues es una sana costumbre que siempre he cultivado a lo largo de los años, por dejar plasmados los momentos existenciales de mis vivencias en forma de poesía.

Devoré caminos
y senderos,
¡a ninguna parte me llevaron!

Devoré tiempos
y minutos,
¡a ninguna parte me llevaron!

Subí por los torrentes
de agua fría,
¡a ninguna parte me llevaron!
Ascendí montañas
y colinas,
¡pero a ninguna parte me llevaron!

Luché con el sol
y la luna,
de poco me sirvió
mi aventura.

Respiré el aire
enrollado
en mi garganta,
pues nunca
imaginé
que la puerta
de mi cabaña
cerrada estaba.

Siempre he pensado que la poesía es la manera mas fácil de expresar los sentimientos, las angustias, la manera de ver la vida y sobre todo el miedo; sí, ¡el miedo!

Ese miedo que no te deja ver la realidad y que te hace esconder en el caparazón para no enfrentarte a la irrealidad de los momentos vividos. Este es el miedo que siento por volver a mi pueblo, al que sin lugar a dudas, me lleva este tren tantas veces buscado, pues a lo largo de los años, me he acercado a la estación y he sacado el billete en la ventanilla para romperlo nuevamente. Este tren que me acerca a mi verdad, a través de montañas y campos, mudos testigos de mis vivencias de juventud, pero esta vez sí que me lleva, no a lo desconocido, si no al encuentro con mis fantasmas, a esos fantasmas con nombre propio que me esperan hace mucho tiempo en las calles, en las casas, en esos montes que lloran a lo largo del tiempo mi lejanía.

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