ÁNIMAS, PARA QUÉ OS QUIERO


ÁNIMAS, PARA QUÉ OS QUIERO

Las almas cuando abandonan los cuerpos y las casas, pueden quedarse escondidas por las calles, graneros, cuadras, etc., para ver de vez en cuando a sus seres queridos. De allí la necesidad de conducirlas con verdadero duelo a los cementerios del Somontano. La última oportunidad que tenemos los mortales de meter almas/semillas bajo tierra es en noviembre, pues ya dice el refrán: El que no siembre en noviembre, que no siembre.

Este ritual tiene lugar en el Día de los Difuntos y la Noche de Ánimas, aderezado con judías secas y carne guisada para alejar a la almas en pena o no, mientras tocaban las posas (campanadas cada hora), entre trago y trago, cucharada a la olla y velas encendidas por las mujeres para guiar a las almas a su destino final del cementerio. También se comían en esos días castañas, mazapanes (huesos de santo), pastas con cabello de Ángel y más oraciones.

Yo pienso que realmente a los muertos hay que dejarlos en paz, las supersticiones hay que alejarlas de nosotros, así como los relatos de duendes y fantasmas, pues en el fondo es el miedo que tenemos a la muerte lo que nos hace celebrar una fiesta.

Como colofón a este escrito:

“Los niños a dormir y las almas al subsuelo, que esos días removían los aladros para ser penetrados por las semillas. Unas ayudaban a medrar a las otras para encarnar nuevos frutos: cereales, animales, hombres…” (Manuel Benito)

Y como antítesis a este pequeño relato, una serie de epigramas de mi libro “EL ORO DEL SILENCIO”:

- Sobre mi tumba

Un florero seco

Y en mi casa

La ausencia

Esperada

De un olvido.

-Si vas a morir,

Prepara tu mejor traje,

Que de fiesta

Te esperan

En el cielo

Y por ultimo…..

-Llamó la muerte

A mi puerta

Y le dije:

Jolines

¡No estoy